marzo 31, 2023

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Colombia también sabe exportar lencería

Chones, bombachas, cucos, cuquitos, blumen, pantaletas, churrines, calzones o bien sencillamente braguitas. Jamás absolutamente nadie se va a poner conforme en el léxico de la ropa interior en español. No hace falta. Por lo menos a la colombiana Leonisa le ha valido cualquier denominación para expandir su imperio de lencería femenina dentro y fuera de Latinoamérica, durante prácticamente sesenta y dos años de historia. La compañía —que asimismo fabrica artículos para hombres— compite mano a mano con las grandes marcas del planeta, en cien países, y se ha transformado en una de las mayores textiles del país de Sudamérica, con una facturación que supera los doscientos cincuenta millones de dólares americanos anuales (doscientos uno millones de euros al género de cambio actual).

La historia de Leonisa arranca en el mes de noviembre de mil novecientos cincuenta y seis, cuando los hermanos Urrea —Marco, Joaquín, Luis y Julio— montan un taller de confección de diferentes géneros de ropa. Años atrás, la familia dirigía un almacén en Armenia (al oeste colombiano), donde se comercializaban diferentes artículos, entre aquéllos que se hallaba la lencería para mujer, que tenía buena demanda del público local. En el país, por aquella temporada, no existía una compañía de referencia en esta clase de productos, con lo que los Urrea vieron una buena ocasión de negocio, explica Carlos Ramírez, directivo del programa de economía y negocios internacionales de la Universidad Icesi.

Mas la urbe de Armenia, con ciento seis mil habitantes a fines de los años cincuenta del pasado siglo, era demasiado pequeña para saciar el hambre de éxito de los incipientes emprendedores. Entonces decidieron hacer la maletas y regresar a Medellín, su urbe de origen. Tras años de desencuentros familiares, la compañía quedó a cargo de solo 2 hermanos, Joaquín y Julio, que se empeñaron en romper fronteras con su nueva marca: Leonisa. Una década después de ser fundada la compañía, la lencería de la compañía (sobre todo los sostenes) era famosa en prácticamente toda Colombia.Desfile de la firma Leonisa durante la celebración del  Colombiamoda en Medellín.  

Leonisa dio su primer brincó internacional en C. Rica a lo largo de los años sesenta en negocios rentables y franquicias de indumentaria. Para mil novecientos setenta, los Urrera ya vendían en once países y su empresa se transformaba en una de las primeras firmas colombianas del ámbito que exportaba sus productos, especifica Ramírez. “Leonisa ha hecho un trabajo interesante, tanto en Colombia como en otros países, puesto que ha conseguido diversificar su oferta y posicionarse, por poner un ejemplo, en grandes tiendas de comercio minorista de EE UU como Macy’s”, asegura Carlos Eduardo Botero, presidente de Inexmoda, el instituto colombiano que estudia las tendencias mundiales de la moda.

Salto a Europa
Tras haber conquistado ciertos países sudamericanos, la compañía procuró nuevos horizontes. A principios de la década de los noventa, los empresarios vieron en España un mercado lleno de ocasiones y el trampolín idóneo para expandirse mediante Europa, resalta Ramírez. De esta forma, las prendas de la compañía —que asimismo genera bañadores, vaqueros, leggings y ropa de deporte, entre otros muchos artículos de vestir— llegaron a los grandes guardes españoles. Ahora su mercadería se distribuye en el R. Unido, Alemania, Francia, Italia y Portugal.

Tras haber cruzado el Atlántico, la compañía desembarcó en EE UU a lo largo de la primera década de este siglo. Su gran aliciente fue la creciente llegada de inmigrantes sudamericanos a la economía estadounidense. “Lo que Shakira es para la música, Leonisa es para la lencería”, afirmó Carlos Urrea, hijo de uno de los creadores, al The Wall Street Journal en dos mil diez. Urrea, que en ese entonces ejercitaba como vicepresidente de la compañía, hacía referencia a la estrella colombiana del pop que brincó del mercado hispano a EE UU y más tarde al resto del planeta.

La fortaleza internacional que ha forjado Leonisa le ha tolerado culebrear en frente de los avatares del ámbito textil colombiano, víctima de una invasión de grandes cantidades de ropa importada de Asia. Al lado de ello, la industria padece por la desaceleración económica del país, que ha generado un menor consumo de las familias, conforme con los especialistas. Según las cifras de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI), la producción textil tuvo una caída del 0,7 por ciento entre enero y octubre de dos mil diecisiete, que se aliña con la pérdida de puestos y una bajada en las exportaciones.